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domingo, 16 de julio de 2017

Anciana

Anciana.

Anciana del alma, del corazón
las arrugas devoran mi interior.
La juventud pasó como un suspiro,
una centella entre mil estrellas
pasó sin avisar y se fue como llegó.
Mi cuerpo es joven y hablan
y dicen que es hermoso
por solamente serlo.
¿Y mi alma?
Mi alma desafiando el tiempo,
no hay inocencia, no hay júbilo.
Hay arrugas devorándola,
devorándola hasta morir.
Y poco a poco,

diciéndome adiós.

jueves, 22 de junio de 2017

Que llegue



Que llegue


Túmbate. Y deja que se acerque el pasado. El olor a romero en el aire seco, el sonido de una charca. Baja la velocidad de tu vida. Calma tu corazón y acércate a él. Abraza los viejos recuerdos.  Recuerda, lentamente, cómo era antes todo. Siente la inocencia que te rodeaba, la risa genuina y la amistad sincera. Deja que tus labios se abran y reciban esa risa de nuevo. La que llega del estómago y llega a doler. Abraza lentamente al viento y baila con todo lo que has dejado atrás. No dejes que la nostalgia te domine y sonríe mientras te paseas por lo que ya pasó. Túmbate y deja que tal como vino, se aleje. Y que lentamente, el futuro te deje empezar a probar todo lo que vendrá. 

Humana



Humana

Si muero hoy, recuérdame en la lucha. Vigorosa, fuerte y con la cabeza alta. Recuerda cuando fui débil y mi corazón se hizo pedazos, recuerda mi fragilidad enlazada con mi fuerza. Recuérdame con las alas extendidas, dispuesta a volar y también con las alas rotas y sucias. Recuérdame compasiva, recuérdame odiando, recuérdame amando. Recuerda mi risa, mis lágrimas, mi grito, mi llanto. Recuérdame entera, llena, plena y también usurpada, sin sentido, profanada. Recuérdame haciendo el mal y el bien.

Porque si muero hoy, solo debes mirar al cielo, cerrar los ojos y recordarme humana. 

Literatura enferma



Literatura enferma

Diario de un hospital


27/10/2016.
Cabalgan caballos salvajes en la oscuridad de tu cabello. Mientras tú, volátil, te deslizas en la suavidad del aire. Arropada por las sedas más finas del mundo que incluso en su perfección parecen toscas comparadas con la plata de tu piel. Me ofreces tu pie inmaculado y sirviéndote de mis mortales manos como escaleras, bajas de tu trono celestial al salvaje plano mortal. Caes, como un estrellado nenúfar, sobre el agua cristalina. Hundiéndote en una profundidad exclusiva, donde mi mortalidad me permite hacer pie y arrodillarme. Y verte como Ofelia, cantando con la voz de las estrellas, a la espera de ser tragada definitivamente. Con lentitud, acaricio tus mechones, pesados por las perlas de agua. Hasta que el silencio devora tu música y el mechón más largo de tu cabello se desliza entre mis dedos como si fuera un sueño.
Hundiéndote, perdiéndote. Lejos de mí, tú huyes, mi bella y adorada Libertad.
28/10/2016
Hay una barrera en mis labios cosida con los recuerdos del ayer. Que permanece incluso cuando mi realidad es ahuyentada por los barrotes de mi cárcel.
Mi existencia, marcada por una fuerte dualidad, parece un muñeco de trapo a punto de romperse por la mitad. Dos fuerzas opuestas surgen y tiran de mí. Uniéndose únicamente ante la barrera que con los años yo misma he puesto sobre mis labios.
Una dama de blanco deja caer su pañuelo inmaculado. Deslizándose entre las nubes, entre los barrotes de mi celda. Estrellándose contra el cristal y en un beso dulce traspasándolo. Llegando a mi nueva vida, lentamente, segura. Como quien sabe que el aire es aire, como quien sabe que el cielo es cielo. Se pasea con la ternura maternal más infinita sobre mi brazo, fundiéndose con la misma vida y volviéndose luz. La cálida luz de otoño, otorgada por una dama de blanco, que a todos mece, que a todos llega.

Grita, grita,  GRITA. Grita gorriocillo de mi alma.
No dejes que te queme el miedo dentro, no dejes te rompan las alas la angustia y la culpa.
Grita, grita GRITA. Grita, gorrioncillo de mi cuerpo.
No dejes que el dolor se haga silencio, que la vida que nos une se vuelva sueño
29/10/2016
¿Qué es esta sensación? El espíritu de la niebla que acecha fuera parece haber entrado en este lugar. Donde el tiempo pasa lento, como si las horas fuesen densas gotas de miel, y donde llevar la cuenta de los días que pasan parece casi imposible, con el ayer y el hoy distinguidos por una muy difuminada línea.
La niebla ha entrado y el frío se proclama rey y señor de este lugar. Un frío que ni las mantas pueden quitar, ¿será éste el frío de la soledad?
Quiero un abrazo. Un abrazo de colores cálidos, con olor a pan recién hecho y a libro. Un abrazo sincero, del alma.  Que me estreche entre brazos de amor cuando el miedo se apodera de mi corazón. Quiero un abrazo fuerte, que llegue incluso a doler. Que me deje llorar en él. Quiero un abrazo de alguien, de cualquiera, que vea mi tristeza y entienda el dolor de mi corazón.
30/10/2016
Cae el telón del tiempo sobre mi cuerpo.
¿Qué es esto? ¿Es el ansia? ¿Por qué domina mi existencia como si fuera una marioneta? Ya no pienso en el afuera, por ahora el alma solo me pide que corra. Que corra sobre el enloquecido tiempo de este lugar. Donde las horas pasan despacio y la noche y el día solo se diferencian por la palabra de alguien.
¡Que llegue ya!
Mi cuerpo clama.
¡Que sea ahora!
Mi alma exclama.
Y mi mente, desorientada ante el ansia que me invade, asustada susurra.
¿Qué será aquello que tanto esperan?
¿Qué será aquello que incluso yo deseo?
01/11/2016
El dolor mudo crece en mí. Lo siento en el silencio, tan claramente como noto palpitar mi corazón.
Es un dolor paciente, redondeado y constante. Sin grandes picos, sin altibajos. Solamente permanece y permanece, anidando entre mis huesos y con una lentitud casi imperceptible, extiende sus tentáculos. Agrandándose pero permaneciendo en el silencio. Y sin alarmar a nadie, haciéndose dueño de mi cuerpo.
Tráeme, tráeme a mi ventana.
Tráeme el mundo, la tierra roja.

Ábreme los párpados invisibles que cubren mis ojos, protegiendo a aquel que no ha vivido.
Ábreme la puerta verdadera, déjame salir y cierra.  Cierra con delicadeza y mimo, con respeto y reverencia. Deja salir un gracias de mis labios y un mar de lágrimas de mis ojos. Pero cierra. Cierra y no abras nunca más.

Y deja que desde el propio núcleo de la vida, lentamente cure mis heridas.
Deja que me duela estar fuera, deja que golpee la puerta, que te odie, que me destroce poder vivir la vida.
Deja que todo eso pase y nunca, nunca permitas a nadie abrir mi puerta.
Sé que te pido demasiado pero, en resumidas cuentas, mi corazón despejado solo te pide que me salves del pasado.
Y que con todo lo que eso conlleva, dejes que viva.
2/11/2016
Movimiento. Siento el movimiento de las demás personas. Avivando los nervios que crecen en mí.
Siento que mi cuerpo ha creado un oleaje en mi corazón. Divertido, juguetón. Inofensivo e inspirado por el movimiento exterior. Como un repentino ataque de cosquillas en el alma. Como si yo misma me pidiera una tímida y pequeña sonrisa a cambio de poner en calma el mar que había despertado a mi corazón.
9/11/2016
Madre.
Hueles a sol. A sol de verano en un abrazo. Tu sonrisa, siempre me la has regalado y viene a mi memoria cuando tú no puedes reconfortarme. Pero tus ojos últimamente se han vuelto tristes y me miras como si me fuera a romper. Con miedo. Quiero ser como tú cuando me miras así, para abrazarte y decirte que todo va a ir bien. Pero no puedo. Yo no huelo al sol del verano, ni tengo tus manos mágicas que pueden arreglarlo todo. No tengo tu fuerza. Ni el torrente de vida que rebosa de tu cuerpo.
Por eso, cuando tus ojos se llenan de miedo, solo puedo abrazarte y decirte lo muchísimo que te quiero.
Meses de silencio.
No puedo escribir.

Epílogo (20/03/2017.): Vuelvo a escribir.
Echo de menos el silencio del agua. Flotar en la infinita inmensidad y cubrir mis oídos con las suaves manos de la naturaleza. Mecerme en la cuna que solo encuentro en ella. Que deshace los hilos de mi pensamiento, descubriendo las cortinas del raciocinio y permitiendo que el blanco, la dulce nada, invada por completo mi mente. Volviéndola un lienzo en blanco, cuyo único pintor es el profundo y grave ruido del silencio acuático.

lunes, 22 de mayo de 2017

Poco a poco


Tras unas semanas de esfuerzos titánicos, estoy aquí de nuevo. No traigo relatos ni poemas ni reseñas... Ni nada literario en verdad. Sigo sin poder escribir y afirmarlo me duele tremendamente. Pero es la realidad, es la única realidad y hay que aceptarla. No puedo escribir. Evidentemente no estoy hablando del síndrome de la página en blanco ni nada por el estilo. Es simplemente que no puedo hacerlo. Es superior a mí, me supera. Y hace unos meses era porque se desbocaban mis emociones y en vez de liberarme, la escritura solo me hacía más daño pero ahora, no creo que sea por eso. De hecho, estoy bastante segura de que no es así y que se debe al miedo, probablemente. Al miedo de esas emociones sin control, al miedo de no ser capaz de volver a escribir como antes, al miedo de no poder disfrutar con ello igual. Miedo a que no haya sinceridad en mis palabras. Y sé que no puedo dejar que ese miedo me paralice, sin embargo, cuesta tantísimo hacerle frente. Y hay tantas cosas de las que me he de hacer cargo que poco a poco voy retrasando el momento de reencontrarme con mi "yo literaria". Quizá debería encabezar mi lista de prioridades, porque es algo que necesito para estar bien pero resulta que estar bien va detrás de otras tantas obligaciones. Por elección propia, aunque quede mal decirlo. 

Estos últimos días han sido arrolladores para mí. He estado luchando, sin querer pero queriendo. Mirando por el futuro en vez de por el ahora e intentando ser responsable con mi vida. Y cuesta. Cuesta mucho y duele. Es como acuchillarse a uno mismo, pero creo que lo estoy haciendo bien. Estoy haciendo frente a mis problemas y a mis miedos, torpemente pero lo estoy haciendo. 
Es dificil para mí escribir así. Al fin y al cabo, estoy siéndole franca a todo aquel que lea esto. Estoy siendo franca, totalmente franca. Así que, voy a repetir una frase que últimamente aparece mucho por mis pensamientos.  
Tengo miedo. 
Tengo miedo porque miro en mí y no queda fuerza para resistir, porque veo que no parece acabarse nunca el bache duro de mi vida, porque muchas veces los momentos buenos o las consecuencias no parecen suficientes para retenemerme aquí. Y sobretodo, tengo miedo a fracasar tras tanta batalla ganada. Tras tanto sufrimiento y fuerza gastada. Tras haberme dejado tanta tanta vida en el intento. 
Tengo miedo. El mundo es un lugar aterrador y poco a poco voy a tener que hacerme paso en solitario a través de él. Sin embargo, este miedo siempre queda anulado por una fuerza mayor y aplastante que llega en mis momentos límites. La apatía. La apatía llena de indiferencia. Estoy cansada, cansada, cansada. Y ya ha llegado un momento en el que me da igual el miedo, el futuro, lo que pasará o no pasará, y el fracasar. Dejo lentamente de tener sentimientos. Se va la tristeza, el enfado, la rabia. Simplemente no hay nada dentro de mí y todo deja de importarme. 


Sin embargo, puedo hablar ahora de ello porque estoy en un momento donde no me afectan en exceso ninguno de los dos. No estoy bien (qué novedad) pero, aunque en momentos de agonía y desesperación todo me parezca horrible, creo que estoy saliendo del agujero. 

Sé que es un proceso largo, de años y a veces me carcome por dentro la impaciencia, pero empiezo a sentir que, aunque quizá las cosas a mi alrededor no hayan cambiado excesivamente, algo fundamental ha cambiado en mí. Y que quizá aún me quede camino para volver a ser feliz, pero ya puedo ver algunas cimas conquistadas a mi paso, y aun siendo pocas y quedándome poca fuerza, sienta bien. Es cierto que mi yo emocional ahora mismo se encuentra "encarcelado" y el que habla es mi yo racional, que lo ve todo desde una perspectiva mucho más objetiva, pero de alguna forma me estoy sintiendo en calma. Poco a poco, pero avanzando. 

sábado, 28 de enero de 2017

Mi nombre sigue siendo Leonor

Querido, lector.


Hace tiempo que no me siento a escribirte de forma seria. Ya sea por no poder, no querer o por ambas cosas al mismo tiempo. Este blog se abrió hace casi cinco años, sin una idea muy clara de lo que iba a ser y con un contenido bastante variado que con el paso de los años ha ido centrándose más y más en el mundo literario. Y dejando atrás la música, el cine y otras entradas aleatorias que solía hacer. También ha pasado por muchos periodos de inactividad, y otras de actividad fluctuante pero siempre he deseado mantenerlo abierto. No es una grandísima obra de la que sentirse orgullosa pero es agradable ver a mi joven yo reflejada en esas entradas y es divertido retomar alguna vez el blog. 

La realidad es que no tengo nada escrito que sea digno de dejar por aquí, y tampoco me apetecía hoy dejar un fragmento literario aquí. Así que he decidido que Secretos del futuro se vuelva más flexible o volverme yo más flexible con Secretos del futuro. Y simplemente compartir lo que me apetezca. Como una bitácora, un diario o una serie de cartas a un amigo lejano. Porque ahora mismo siento que necesito a ese amigo lejano inexistente, al que poder hablarle de cualquier cosa y sin temer herirle. ¿Podrías ser tú entonces esa persona para mí, lector? Espero un sí por respuesta. Y aunque sea un no, actuaré como si fuese al contrario. Al fin y al cabo, es mi decisión escribir y la tuya es si leer o no. 



No es fácil tomar decisiones. Y todavía es más difícil tomar una decisión que conlleva aceptar el fracaso en ella. Hablando en términos personales, me cuesta especialmente aceptar el fracaso. Mi vida no ha sido un camino de rosas, pero dentro de ella he tenido siempre la opción de convertir la debilidad en un escalón para seguir ascendiendo. Por ello, nunca me he enfrentado al fracaso cara a cara. Sin embargo, no se puede vivir siempre así. Es algo que racionalmente ya entendía pero que emocionalmente no había asumido hasta hace relativamente poco. No se puede vivir usando tus debilidades, tu fragilidad como un impulso más para salir del paso. ¿Cómo explicarlo? Puedes acumular heridas y seguir andando hacia delante, pero si no paras voluntariamente y te tomas un momento para curarlas y recobrar el aliento, el momento simplemente llegará. Quieras o no, una herida romperá el saco y ya no dependerá de ti si caminas o no. Estarás obligado a parar y descansar, a curarte. Todos tenemos un límite y debemos aprender a gestionar nuestros esfuerzos teniéndolo siempre en cuenta. Pero también soy de la opinión de que no se puede aprender a hacerlo sin haberlo sobrepasado antes. Todos tenemos que tocar fondo. Y una vez lo tocas, evidentemente es doloroso. ¿Por qué lo evitaríamos a toda costa si fuese algo agradable? Pero también es liberador, en cierta forma. Quizá porque ya no puedes ir más hacia abajo, o quizá porque ahora solo se puede subir para arriba.
La cuestión es que recientemente me he enfrentado al fracaso, a lo que significaba el fracaso para mí, y me siento bien. Como si hubiera vuelto a ir hacia adelante tras estar yendo marcha atrás durante mucho tiempo. No quiero pintarlo tampoco de rosa, no estoy en mi mejor momento. No es como si ahora dijera ¡wow, quiero sentirme así todas las mañanas de mi vida! También tengo miedo. Mucho miedo, y estoy angustiada. Muchas de las cosas a las que me enfrentaba antes siguen estando ahí y no han rebajado la intensidad, pero por primera vez, me he sentido bien conmigo misma. 
Como estoy siendo franca, también diré que esto me ha acarreado un sentimiento negativo también. Ahora la soledad es más palpable. Por fortuna, tengo a una familia maravillosa que me quiere y tengo a personas apoyándome pero no me refiero a ese tipo de soledad. Gracias a esto me he dado cuenta de que voy a un ritmo distinto al de los demás. No es algo malo, pero siento que me estoy quedando poco a poco atrás. Sé que es algo a lo que tengo que habituarme. Porque ahora es un momento para mí, para ir a mi ritmo, al que yo necesite. No al que otros me impongan, ni al que yo misma me obligue a imponerme. Pero saberlo no hace que deje de ser desagradable. Me gustaría tener a alguien que su vida fuera al mismo ritmo que la mía, pero es lo que hay. Que no me sienta bien con ello es importante, ya que antes ni siquiera me daba cuenta de lo atrás que me estaba quedando. La incomodidad es uno de los motivos más fuertes que nos pueden llevar a cambiar una situación, ¿no es cierto? Aunque en la vida no es tan fácil hacerlo como decirlo. 
Resumiendo mi carta de hoy un poco, simplemente diré que estoy asustada. Tengo miedo de quedarme atrás, de no recuperarme a tiempo. Pero está bien que tenga miedo, está bien para mí. Porque por primera vez desde hace muchos meses, me siento asustada por algo y yo misma no estoy dentro de ese algo. Por primera vez, he dejado de ser mi propio enemigo. Y es un alivio poder empezar a contar conmigo misma. Un grandísimo alivio y también un arma muy poderosa. Porque tras mucho tiempo sin poder encontrarme ni reconocerme, hoy al menos puedo decir con seguridad una cosa sobre mí:

Mi nombre sigue siendo Leonor


jueves, 15 de septiembre de 2016

Adiós, querido Ángel



En esta entrada voy a alejarme de la temática literaria del blog para hablar de un tema que abarca a mi entorno personal. 
El día de hoy me he enterado de una noticia llena de tristeza para mi entorno y para mí. En el periódico anunciaban que la vida nos había arrebatado al que fue en su momento mi profesor de matemáticas, Ángel Ramirez. Así que he decidido dedicarle una pequeña parte de mi blog para hablar de lo que significaron para mí sus clases y cómo influyeron sus enseñanzas en mi vida.


Ángel nos enseñó, a través de sus clases de matemáticas, que en un mundo construído para escalar los unos sobre los otros. Que en un mundo donde nos enseñaban a competir a toda costa, a preocuparnos por nosotros mismos y por nadie más... El trabajo en equipo, el respeto mutuo, el compañerismo y el tender la mano a aquel que lo necesitara era posible. Y no solamente posible, indispensable, necesario, vital. Ángel nos enseñó a pensar por nosotros mismos, nos habló sobre la importancia de tener inquietudes en un mundo en el que hacen todo lo posible por volverlos ignorantes. Nos demostró que en la vida hay cosas imprescindibles que, aunque deberían enseñarse en las aulas, no se hace. Y quiso hacerlo, desde sus clases de matemáticas nos enseñó a debatir, a argumentar, a respetar, a tolerar, a aprender. Nos veía a todos como una enorme responsabilidad sobre sus hombros. Una mente que debía ser tratada con delicadeza, moldeada y ayudada a formarse. Una mente que tenía infinitas posibilidades pero que un paso en falso por su parte podía ayudar a que esas posibilidades decrecieran. O al contrario, que aumentaran. 

Y sin saberlo, Ángel nos dio un modelo a seguir. Alguien a quien respetar, admirar y apreciar. Se convirtió en un profesor querido y que guardaremos siempre en nuestros recuerdos. Porque Ángel Ramirez decidió que no quería enseñarnos únicamente una materia aburrida para que nos dedicáramos a vomitar contenidos para subir de curso. Decidió que quería que entendiésemos la belleza de las matemáticas y decidió darnos unas lecciones de vida para enriquecernos, no solamente como estudiantes, también como personas. 

Es por eso que a pesar de que ya nunca más podremos volver a verle, seguirá vivo en todos los que consiguió influenciar. Y que como yo, no le olvidaremos nunca. 


D.E.P Ángel Ramirez. Un gran profesor y una grandísima persona. Admirado, respetado y muy querido.  
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